LA ALQUIMIA DE LA ASTROLOGÍA

LA ALQUIMIA DE LA ASTROLOGÍA

 

A San Jacob, patrón de los alquimistas,

testigo de la transfiguración de la Piedra crística.  

 

Un mismo saber cosmológico: astrología terrestre - alquimia celeste

Cuando se habla de Cosmología en un sentido tradicional se hace referencia a las Ciencias Sagradas que desarrollan los principios sobre los que se sustenta la Manifestación o Ser cósmico. Esto nada tiene que ver con la concepción común de Cosmología usada por la ciencia moderna, ya que ésta última pretende analizar, en frío y cuantitativamente, un supuesto mundo objetivo, externo, totalmente separado del sujeto conocedor, en el que las cualidades no mensurables se niegan.

Desde el punto de vista del hombre antiguo, esa premisa es inconcebible, puesto que unos mismos principios vertebran la realidad de forma unitaria. Así, el Hombre se concibe como un Cosmos en sí, pero no un Cosmos diferente del percibido por los cinco sentidos. En la visión interna se abre un Universo tan infinito o más que el aparentemente externo. El Conocimiento sagrado por tanto siempre es uno y el mismo, se vuelque la mirada hacia afuera o hacia adentro.

Este Conocimiento, o mejor dicho Sabiduría en el sentido de Gnosis, no se presenta dado per se (de hecho es inexistente para el profano) sino que es necesaria toda una progresión iniciática, reveladora e iluminativa, que vaya quitando los velos de la ignorancia dual. De ahí también que no se trate de un conocimiento meramente humano, producto de sus capacidades mentales, sino de una instancia suprahumana, de esferas espirituales superiores, como presentan todos relatos antiguos al remitirlo a un linaje y procedencia divina o angélica que en un momento dado, de un modo u otro, desciende en el ámbito humano.

Como se ha apuntado, la Cosmología sagrada muestra las Leyes sutiles mediante las que opera y está edificada toda la Manifestación íntegra, en un orden jerárquico de principios y esferas que dinamizan espiritualmente todo el devenir. Digamos que se trata de un intento de captar el plano de la mente del Gran Arquitecto del Universo; los prototipos universales que posibilitan toda creación y recreación. En un sentido iniciático la realización de esta gnosis corresponde a los Misterios Menores de la tradición eleusina.

¿Y cuál es el Saber cosmológico tradicional por excelencia?: la astrología-alquimia. Estos saberes no son realmente dos campos separados, ni siquiera paralelos o convergentes, sino que representan dos aspectos de un mismo conocimiento. A pesar de que evidentemente en el transcurso histórico las derivas circunstanciales han ido fragmentándolo todo, en el fondo presentan una unidad consustancial, puesto que es imposible un marco teórico como la astrología sin una operatividad interna, ya que tratamos de conocimientos iniciáticos y no meramente abstractos y especulativos como los modernos. El sabio antiguo auténticamente iniciado era astrólogo, alquimista y mago al mismo tiempo.

Este hecho hace que tanto se pueda hablar de una astrología terrestre como de una alquimia celeste, puesto que la dimensión celeste y la terrestre, el Cielo y la Tierra, conforman una Unidad indisociable en la Conciencia del iniciado. Y más aún, la comprensión del funcionamiento de esta interacción Cielo-Tierra le permitía, en tanto pontífice y sacerdote, establecer una comunicación consciente e interceder en sus flujos recíprocos, convirtiéndose automáticamente en teúrgo.

Una astrología terrestre es una astrología con cuerpo, que percibe los arquetipos en lo más denso y concreto, y una alquimia celeste es una alquimia con alma, que percibe la música en los movimientos de las esferas superiores.

Puesto que el Cielo ha fecundado a la Tierra (el Espíritu a la Materia), en las entrañas de la Madre Naturaleza aparecen unos elementos llamados metales nobles que reflejan las mismas esencias que los planetas correspondientes. Estas cristalizaciones de la fuerzas celestes no sólo son físicas sino psíquicas, configurando las facultades internas del ser humano. El alquimista trabaja en base a estas sales cristalizadas, desde lo más denso, operando transmutaciones y rectificando hasta que las esencias puras en su cualidad celestial se reflejen con nitidez.

Por ejemplo podemos contemplar los mismos siete principios universales en su flujo activo y celeste en forma de planetas, o bien en su flujo pasivo y terrestre en forma de metales. Se trata de "estados del ser" manifestados en distintos órdenes pero sin que haya discontinuidad alguna entre ellos. En el Hombre esta interacción Cielo-Tierra, Espíritu-Materia, produce un conglomerado o piedra bruta llamada psique, completa en el sentido de que tiene todo dentro de sí pero caótica en el sentido de una amalgama de escorias que resulta necesario purificar. Esto último ha sido debido al alejamiento de la Esencia original mediante una serie de adherencias, condicionantes y coberturas cada vez más opacas hasta perder prácticamente la naturaleza translúcida del alma. Urge al alquimista por tanto adentrarse en su mina interior para rescatar el oro subterráneo en los estratos más hondos y arcaicos de su ser, iluminado por el fuego celeste de la ciencia prometeica.

 

La Tradición Hermética

Del mismo modo que la Astrología está presente en todas civilizaciones milenarias, la Alquimia también lo está. Por ejemplo en la Antigua China era llamada Neidan o Vía del Elixir Dorado, y en la India Rasayana o Vía del Mercurio, muy vinculada al tantrismo. En ambas se ha dado una relación estrecha con la medicina, tanto taoísta como ayurveda, como también ha sucedido en otros lugares, pues en el fondo se trata de la auténtica terapéutica del alma.

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Pues bien, si queremos considerar la Alquimia occidental, debemos remitirnos al Hermetismo, corriente esotérica adscrita a la Sabiduría sacerdotal egipcia, transmitida primero a través de los griegos y luego de los árabes, hasta la cristiandad medieval. En el núcleo del Hermetismo la Alquimia ocupa el lugar central, no desligado de la Astrología. De hecho una posible etimología de la palabra "al-quimia" hace referencia a la "tierra negra" con que era conocida la cuenca del Nilo (Kemit), además de ser una alusión simbólica usada por los alquimistas en relación a la Materia original sobre la que se realiza la Obra.

Evidentemente la figura de Hermes es la clave, nombre de la divinidad que los griegos asociaron al Thot egipcio. Más que tratarse de un ser concreto representa ante todo el mismo linaje sacerdotal, por eso no es raro que aparezcan varios Thot en la historia, hasta el mismo Imhotep. De hecho en el esoterismo islámico se habla de tres Hermes legendarios: uno antediluviano asimilado al profeta bíblico Enoch, y dos postdiluvianos, uno Mesopotámico y otro Egipcio; en referencia al despliegue y transmisión de estos saberes arcaicos.

Pero más allá de lo humano lo que representa Hermes-Thot es la función del Logos divino, en su aspecto de intérprete y mensajero de lo Superior. De ahí que sea simbolizado como el Corazón de Ra y como el Escriba de Maat, el Orden Cósmico. Por tanto, la Ciencia Sagrada bajo la que podemos englobar el ternario astrología-alquimia-magia, corresponde a la misma Ciencia Hermética, y requiere de una hermenéutica o interpretación que decodifique los símbolos. Es decir, el astrólogo-alquimista-mago no es otro que el mismo Thot, que inviste de esa facultad divina al ser humano, como enlazador de mundos que es.

El problema de los textos en la transmisión de esta Sabiduría sacerdotal egipcia es evidente, debido a su naturaleza oral e iniciática, enseñada gradualmente en sus Casas de la Vida o Escuelas de Misterios. Es muy conocido desde antiguo que toda intelectualidad griega pasó por ellas, desde los legendarios Orfeo y Homero, hasta los más importantes filósofos como Tales, Pitágoras, Platón, etc. adscribiéndose éstos últimos como propias, en su nuevo pensamiento teórico, muchas nociones egipcias. Después de esta larga transferencia de la Metafísica egipcia a las categorías del pensamiento griego, en el Helenismo se reescribe mucha literatura hermética incorporando numerosos préstamos, también judíos, hasta culminar en el proyecto de la Biblioteca de Alejandría en el que confluyeron numerosos saberes.

Los textos herméticos conocidos corresponden por tanto al Helenismo, y circularon más o menos fragmentariamente durante toda la Edad Media, entre cristianos y musulmanes, perdiéndose muchísimos ejemplares, hasta que en el siglo XV Marcilio Ficino edita una compilación, lo que produce una nueva eclosión hermética en el Renacimiento. Ante todo el texto sagrado básico para todo alquimista era la Tabla Esmeralda, que recoge crípticamente numerosas claves de la Obra. Hay que aclarar que el popular Kybalión no es por supuesto una obra de Hermes sino de un grupo de ocultistas del siglo XIX, sincretismo un tanto adulterado por conceptos de la época.

La Alquimia (de la mano de la Astrología) será asimilada como Filosofía Natural dentro de las Religiones Reveladas, tanto en el Judaísmo, Cristianismo como Islam. De hecho se dice que Moisés y Jesús adquirieron muchos de sus dones taumatúrgicos al ser iniciados en Egipto. En época moderna, a partir de Paracelso se dará a conocer su aplicación práctica bajo el nombre espagiria, basada en la elaboración de remedios a través de elixires y plantas.

Por todo ello es importante ser conscientes de las numerosas reinterpretaciones y reescrituras que se han hecho del Hermetismo a lo largo de la historia y que sólo nos quedan ecos lejanos de lo que pudo ser en su esencia puramente egipcia, esencia todavía viva para el iniciado que pueda captar al mismo Maestro Hermes.

 

La Gran Obra (Opus Magnum)

El "arte de los hijos de Hermes" también es llamada "arte regia", y a sus adeptos se les conoce como Artistas o Filósofos. La finalidad de todo arte es la realización de una obra, en este caso de la Gran Obra que completa la existencia y culmina el mismo proceso de la Naturaleza. Por ello los alquimistas hablan de imitar su mismo operar, recreando interiormente los procesos de la vida de forma consciente, para que precipite el brote iluminativo.

De ahí que la alquimia posea las claves iniciáticas para todo trabajo interior de auténtica transformación, siendo la astrología un mapa alquímico de los influjos supralunares que inciden en el mundo del devenir sublunar. De lo que se trata es de la conquista de la Luz espiritual que ilumina toda la existencia. Esta Luz es la misma Conciencia que sostiene al Hombre y que vemos reflejada, externamente, en forma de Sol a nivel celeste y en forma de Oro a nivel terrestre.

Si bien ha quedado sepultada, como una  imperceptible semilla dorada, en un terreno saturnal ennegrecido con multitud de escorias; tierra que pese a ello, si es debidamente tratada, consigue ser un potente fertilizante para su florecimiento. Este es el lenguaje alquímico que pretende explicar y explicitar, alegóricamente, cómo el Espíritu aparentemente encerrado en la Materia acaba por impregnarla de sus cualidades en toda una resurrección. Purificando esta tierra con las pertinentes operaciones, hasta que pueda ser preñada, se alumbra en su seno la Piedra Filosofal, un nuevo estado de corporeidad totalmente translúcido al Espíritu.  

En cuanto a la ciencia hermana, la astrología, se han propuesto varios modelos interpretativos de abordar sus mapas, pero la alquimia puede aportar muchos elementos olvidados que enriquezcan y profundicen en el significado último de sus símbolos, principalmente desde el punto de vista del proceso iniciático mismo. Veamos a continuación algunas de las claves y correspondencias más importantes.

 

 

Materia y objeto de la Obra: ordenar el Mercurio caótico, adquirir el Mercurio de los Sabios

Para los verdaderos alquimistas, la Obra externa sólo era un soporte en paralelo a la Obra interna, y la conquista de una Piedra física que transmuta en Oro pudo darse en muchas ocasiones externamente como una consecuencia natural del proceso iluminativo interior, pero nunca como la finalidad en sí. Se trata del Arte de la transformación del Alma, siendo por tanto su objeto el mismo sujeto que la realiza: ordenar la materia psíquica, es decir, dictaminar la Orden sobre el Caos inicial, reproduciendo el modus operandi del Creador.

Se dice que la Obra empieza y termina con esta sustancia anímica, llamada Mercurio filosófico, presente en todo como materia prima. Podemos referirnos a ella a través del término platónico "Anima Mundi", es decir, la materia de la que está hecha toda la realidad, todo lo manifestado, consistente en un flujo mercurial de formas móviles; en términos hindús se asocia al samsara que brota del semen de Shiva.

Por eso es importante clarificar mínimante el sentido mucho más amplio que los alquimistas dan al Mercurio, frente a la común catalogación astrológica, ya que el uso ambiguo y polivalente de sus expresiones conduce a una gran confusión en los profanos.

Esta Materia psíquica se define como el disolvente universal que permite limpiar la piedra bruta, es decir, el ego vulgar, mediante diversas operaciones de lavado y destilaciones, rectificando hasta la ordenación interna. O lo que es lo mismo, es un tipo de agua que disuelve toda forma para poder generar luego nuevas formas; mata y da vida al mismo tiempo. El Mer-curio es el "mar" de los Sabios que lo "cura" todo, ya que en su seno contiene todas las sales. Ahora bien, esta medicina resulta ser el veneno a combatir en un primer momento, de ahí su asociación con el Dragón (los cuatro elementos materiales en estado caótico) y la Serpiente del Ouroboros, símbolo del flujo cíclico-temporal o Zodíaco.

El Atanor de trabajo es por tanto el conglomerado psico-físico del alquimista, donde el régimen del Fuego se transmite a través de su pasión amorosa sublimada, para que precipiten los cambios internos. El recipiente, el huevo alquímico o crisol, es toda la psique, herméticamente cerrada para que el caldo interno entre en ebullición y puedan serparase los elementos y ser ordenados. Así, se deben reducir los metales viles, es decir, las inercias psíquicas larváticas, a su Materia Prima mercurial, para poder ser dúctiles al Espiritu.  

Este Mercurio común, en su aspecto pasivo-lunar, resulta ser el mismo aparato psico-mental del ser humano en su conjunto; y vendría representado por toda la configuración astral de un individuo. De hecho es a través de la respiración que se produce la conexión pránica con el hálito vital, el lazo con la sustancia psíquica universal del Anima Mundi; absorción interna del ambiente cósmico en la primera insuflación, lo que permite que funcione la astrología. El firmamento mismo es visto como unas "aguas superiores" en el Génesis.

Veamos algunas características físicas del metal Mercurio, que pueden hacer entender su importante analogía con la mente-psique:

- Es líquido a temperatura ambiente, y muy escurridizo, formando burbujas (pensamientos).

- Es muy pesado, más que el plomo (el cuerpo)

- Se pega a todos los metales y genera amalgamas

- Se evapora como un espíritu volátil, siendo muy tóxico

- Es muy raro encontrarlo en estado puro

- El Azufre permite atraparlo, fijarlo (lo que da como resultado el Cinabrio)

- Es capaz de licuar el oro y la plata y otros metales

- Presenta un brillo de color plata 

De ahí la importancia de fijar este flujo mercurial de la mente por un elemento espiritual superior, como el Azufre, ya que por sí mismo tiende a la dispersión y disolución caótica, además de su enorme peso, movilidad y toxicidad.

Cuando este aspecto venenoso de la serpiente es atrapado y fijado en un eje (o matado el dragón), se produce su transformación en medicina, tal cual el símbolo del Caduceo con el que Hermes hizo que las dos serpientes se ordenaran, el equilibrio sanador de los influjos cósmicos Yin y Yang.

De este modo aparece el Mercurio doble o andrógino: símbolo en que lo lunar se sustituye por Aries , antiguo signo del Azufre. Es decir la expresión de la potencia áurea en el mundo (exaltación solar) se incorpora al vehículo psico-mental, transformando el Agua lunar en Fuego sulfúero, la pasividad y receptividad condicionada por el medio, en actividad creadora del Logos.  

Se le llama doble porque es líquido e ígneo a la vez y porque simboliza al Rebis, el "ser doble"o Andrógino de la Edad de Oro. Este Mercurio es por tanto, según la alquimia, un Agua de vida que mata y resucita: tras morir y renacer, el Rey y Reina (Sol y Luna, Yang y Yin) se bañan en ella para gestar la forma adámica primordial, el estado de Conciencia no dual.

Esta llave mercurial, la clave de la Obra, tiene como se ve el doble poder tanto de matar cual un veneno como de vivificar cual medicina si se trabaja a conciencia. Es el verdadero Elixir de Inmortalidad, al tener en sí el germen del Oro, del mismo modo que el hálito vital vehicula el fuego espiritual.

 

Un mapa iniciático: las fases alquímicas

Es común en la astrología moderna una visión horizontal, centrada arquetípicamente en los signos zodiacales, que nos muestra el desarrollo evolutivo espiral del Samsara, de todo ciclo vital. Pero no está bien comprendida la perspectiva vertical centrada en las funciones jerárquicas representadas por los planetas. Estos últimos de hecho son los que le otorgan el "cuerpo" a la astrología, más allá de las distintas divisiones abstractas del espacio-tiempo, discrepantes en muchos casos entre escuelas, épocas o culturas (véase sistemas de casas, número de signos, mansiones lunares, sideralistas-tropicalistas).

Casi siempre se tiende a explicar el significado planetario en base a una extrapolación de sus signos correspondientes, es decir, comprender un planeta en base a su signo o signos, cuando debería ser al revés. Este hecho puede rebajar la intuición del arquetipo, puesto que los planetas son los principios originales que generan en su despliegue simétrico de dobles regencias los signos zodiacales.

Los Planetas son claves, puesto que representan las energías angelicales de ascenso y descenso de los flujos existenciales, entre el mundo superior y el inferior, configurando así al Anthropos Cósmico, mediador entre Cielo y Tierra según todas las doctrinas esotéricas tradicionales. O lo que es lo mismo: la función planetaria realiza la vehiculación hermética, mercurial, entre los mundos.

De lo que se trata por tanto a continuación es de aportar algunas claves que puedan ayudar a profundizar en el simbolismo planetario. En ellos podemos describir todo el proceso iniciático del alquimista, el mapa astral de su alma, los itinerarios y fases a seguir.

El hermetismo concibe una Simpatía universal entre lo de arriba y lo de abajo, Cielo y Tierra, permitiendo que una misma Energía Universal se manifieste, sutil-etéreamente en los planetas y densa-materialmente en el reino mineral.

Los rayos del Sol hacen que se produzca Oro en las entrañas de la Tierra, a través de diversos grados de perfección mediante los llamados metales nobles. Así, la acción de cada planeta, al servicio del astro rey, produce un tipo de metal en el seno terrestre, en proceso de maduración hacia el oro. Esta maduración subterránea es la que recrea el alquimista en su trabajo interior por fases, imitando como siempre la Naturaleza.

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El lenguaje alquímico es hermético, obstruso y difícil para el no iniciado, pero nada que ver con un libre juego alegórico y poético, sino con una gran precisión simbólica. Se habla de extraer primero el Alma de la materia caótica saturnal, calcinar el caput mortum resultante, purificar dicha Alma hasta blanquearla, reducirla a Materia Prima mercurial, colorear con la tintura de la acción sulfúrea del Espíritu, etc. Todo ello es totalmente incomprensible sin las claves pertinentes.  

Para una primera aproximación, se suele hablar de las distintas coloraciones por las que pasa el alma-materia de la Obra, resumidas normalmente en tres: la fase en Negro o Nigredo, la fase en Blanco o Albedo, y la fase en Rojo o Rubedo.  

 

OBRA EN NEGRO: INTEGRACIÓN DE SATURNO

Se parte del estado plomizo y pesado del Alma sepultada en un Cuerpo, en estado bruto, totalmente opaca al Espíritu (en términos hindúes dominada por tamas y las inercias kármicas descendentes). Esta es la percepción materialista del profano, sin ninguna conciencia espiritual en su caótica inmersión en lo corporal.

La fuerte contracción asociada al planeta Saturno, que implica necesariamente una vuelta hacia adentro, es la que permite la "muerte activa al mundo profano". La anterior conciencia exteriorizada en su ignorancia debe revertirse totalmente. Puesto que todavía no ha prendido la Luz áurea, el estado es de gran pesar y oscuridad interior, vivido en total soledad.

Es lo que se conoce como Putrefacción y señalan los grabados alquímicos a través de Cuervos acechando la carne muerta. El aspirante comienza así la Obra con su propio sacrificio, al igual que Osiris y muchos ritos chamánicos: debe descuartizar su microcosmos, su mundo, para después ser reconstruido de forma sagrada.

Este plomo, este yo corporal, debe morir, romperse y pudrirse, para que en su tierra fermenten las semillas áureas y den fruto. El saturnal arte del cultivo de la tierra encierra los misterios de la Obra.

Es conveniente reducir a cenizas todos los elementos egóticos de ignorancia para que no interfieran en forma de demonios en el trascurso de las fases iniciáticas siguientes, debido a que la separatoria es muy potente y los efluvios y vapores sutiles constantes.

OBRA EN BLANCO:  INTEGRACIÓN DE LA LUNA

En la anterior fase se comenzaba la extracción del alma de todos sus condicionamientos corporales, y ahora se va completando todo su blanqueo. El Agua opera aquí a través de diversos lavados, licuados y purgas, hasta limpiar todas escorias y corazas que pudieran arrastrarse todavía. Empieza a abrirse una luz blanca, aunque todavía refleja, lunar, a modo de destellos. La Purificación define esta fase, en que la anterior conciencia corporal acaba por disolverse en la sustancia anímica del mundo, en la materia prima original, hasta alcanzar el estado virginal de máxima Receptividad Universal. El "segundo nacimiento" se ha alumbrado así y a partir de ahora los influjos celestes comenzarán a invertirse, el destino a revertirse. La Blanca Paloma alza el vuelo.

La mayoría de aspirantes naufragan en este misticismo sin más. Y en algunos casos, si la Luna no ha sido totalmente purificada y rescatada en su esencia cristalina, entrar en la vía del Rojo puede ser muy peligroso y conducir a la contrainiciación al operar bajo el Demiurgo y no el Logos.

 

OBRA EN ROJO:  INTEGRACIÓN DEL SOL

Ahora se completará la regeneración psíquica o palingénesis en su máximo esplendor. Hay que corporificar el Espíritu para que no quede todo diluido evasivamente en los mundos sutiles. Para ello sólo queda iluminar al Alma, ya receptiva al influjo superior, si bien sólo el descenso de la Gracia puede operar a partir de aquí. La incorporación espiritual se opera mediante la acción del Fuego espiritual, a través de la radiación del poder sulfúreo de la tintura áurea. Se habla de enrojecimiento para expresar la fijación en el Alma de la máxima intensidad colora del Espíritu.

En el esoterismo cristiano la Virgen representa la materia prima inmaculada, lunar, ahora fecundada por el verbo sulfúreo del Ángel para alumbrar la Sal perfecta, la Piedra filosofal de Cristo.

La adquisición del Cuerpo Glorioso de Resurrección o "tercer nacimiento" se simboliza alquímicamente por el ascenso del Ave Fénix (etimológicamente "rojo") de las cenizas saturnales. Es decir, el Fuego ascendente que prende en llamas la corporeidad, tal como describen las doctrinas tántricas el ascenso completo de la serpiente Kundalini. La auténtica transformación es la de las energías cósmicas, desde dentro, mediante la adquisición de la Vara Teúrgica de Hermes.

 

 

El Propósito vital:  la "Solarización" de la Conciencia

El objetivo de la Ciencia Hermética (llamémosla astrología, alquimia o magia) es la iluminación que supone recuperar el estado áureo. El misterio de la Obra es comprender cómo la Luz se abre y se cierra al mismo tiempo: se irradia en el Sistema Solar y se corporifica en la Tierra. Así como el Sol es luz etérea, radiante, desbordante, expansiva, hecha alma en el reino celestial; el Oro es luz coagulada, concentrada, densificada, hecha cuerpo en el reino mineral de Saturno. De este modo el Oro es al cuerpo lo mismo que el Sol es al espíritu, una misma Conciencia no dual, autopercibida en este paralelismo a través de Mercurio. La conquista de la Piedra filosofal consiste en vivenciar el ser interior como un Sol abierto sin límites y el ser exterior como un Oro brillante cristalizado.

Toda la Manifestación ya es Oro, aunque en forma de Plomo, densificado. Pero la consciencia efectiva de ello sólo es posible a través del uso hermético de la clave Mercurial. De este modo la esencia del Plomo es el Oro. Es en los fondos de la mina, en los lodazales del río de la vida, donde se esconden las pepitas de oro imperceptibles, escondidas entre la tierra negra, y no en las elevadas alturas. Es decir, el Plomo encierra el misterio del Oro.

Sat-urnus, etimológicamente la "urna o recipiente del Ser", es el gran mantenedor y preservador de la Edad de Oro, del estado áureo del alma antes de su caída del paraíso terrenal. Hay que recordar también que el Sol se cae en el ocaso de Libra, punto de comienzo de la Obra subterránea de la Barca solar de Ra, anochecer donde se exalta precisamente Saturno. Este Plomo saturnal transmutado simboliza la adquisición de la Corona (misma raíz de kronos) por el Rey solar, es decir, del reino dorado sobre el que es soberano.

A través de este lenguaje simbólico se expresa que, siendo los cuerpos cristales de Luz, o Luz cristalizada, el Opus Magnum representa nacer a una nueva percepción de lo corporal, en toda su luminosidad. Realizar el Cristal perfecto.

Se trata de mantener el equilibiro Sol-Tierra, Conciencia-Cuerpo, purificando para ello la Luna, las aguas anímicas. Fijar el Espíritu en el Cuerpo conlleva primero operar con las dinámicas mercuriales que se interponen entre ambos. Estas son las fases por las que el Oro-Sol vulgar, el Yo profano, un rey que no es rey, se baña y muere en las aguas corrosivas mercuriales, en distintas destilaciones, hasta que emerge una Plata Viva medicinal, con la que contrae nupcias ya como Rey.

Astrológicamente, se trata de prender, encender, iluminar la carta natal, integrando plenamente el Sol, al dejarse de vivir como el núcleo egoico de la personalidad y abrirse a ser el Rayo de la Divinidad expresado en cada individuo, el Logos. Del mismo modo que el Sol comunica su Luz a todos los planetas de su sistema, el Corazón ilumina todas las facultades del alma.

El resto de elementos astrológicos que puedan considerarse no simbolizan la Conciencia espiritual puesto que no son ni Centro ni fuente de Luz. Es decir, que la Conciencia siempre es solar, sólo que, usando conceptos modernos en relación al comportamiento de la luz, en su integración deja de operar como partícula (ego) y pasa a hacerlo como onda (espíritu). Su Luz nos aporta el conocimiento sagrado, la lucidez intelectual, y su Calor nos aporta el amor sagrado, la fuente de la vida.

El mapa natal puede vivirse desde varios niveles de conciencia, y hay que explorar su profundidad y altura más allá de la común horizontalidad rasante al uso, siendo para ello necesario rectificar y ordenar todos los elementos alquímicamente.

Básicamente la Obra consiste, como se ha visto, en el equilibrio hierogámico entre el Sol y la Luna, los dos flujos universales de la existencia, lo Yang y lo Yin. El Ascendente corresponderá a la Sal resultante de su unión, de ahí su clara connotación de camino evolutivo de aprendizaje. Es decir, de lo que se trata es de vivir la corporeidad externa desde el perfecto equilibrio energético interno. Si este último no está trabajado alquímicamente, la sal del cuerpo se altera inevitablemente.

Seguimos por tanto con la constitución ternaria, hermética, del universo y del ser humano, que en su expresión transmutada indicaría:  

-  LUNA: Yo sintiente. Facultad de Receptividad universal de ese atributo zodiacal

-  SOL: Yo autoconsciente. Facultad de Irradiación universal de esa Luz zodiacal

- ASCENDENTE: Yo encarnado. Facultad de Cristalización de esa propiedad zodiacal

En todo este proceso, Saturno representa el adiestramiento para que el recorrido ternario no se desvíe y se lleve a cabo. Su función es por tanto permitir la realización completa dentro de los ritmos y leyes cósmicas que sostienen la manifestación. En otras palabras, el Swadharma que permite llegar a ser lo que se es.

La Piedra Filosofal es la correcta integración de las tres dimensiones señaladas, resultando entonces la llamada Medicina Universal, la apertura de la Rosa-Cruz en el Corazón del adepto como un Rocío celeste que vivifica la Sal corporal.

Este Elixir de Inmortalidad era descrito por los egipcios del mismo modo, como una solarización o iluminación, objetivo final de sus iniciaciones. El punto del Sol de Medianoche era el momento crítico de la iniciación, cuando la Barca solar se encontraba más sumida en la oscuridad subterránea, pero desde donde se producía la muerte iniciática que permitía su ascenso y resurrección. Traspasar el portal solar de Aker era trascender la temporalidad del pasado-futuro para entrar en el Eterno ahora. El faraón difunto debía recrear en el postmortem este descenso y ascenso solar de Ra, y del mismo modo que Osiris, resucitar en la Inmortalidad del Firmamento, en forma de Estrella-Sol.

Como se ha visto, la alquimia ofrece las claves secretas de las energías planetarias, para que el mago consiga operar internamente con ellas hasta hacerse Luz. El teúrgo colabora con la Voluntad divina porque la reconoce dentro de él. Percibir dichos factores astrales como un Destino externo que nos limita significa no estar iniciado sino vivir en la ignorancia profana del Saturno vulgar.

El verdadero astrólogo es realmente un hermetista, porque vive la astrología no sólo descriptiva, psicológica o predictivamente, sino desde el sentido operativo iniciático, desde una vivencia transformadora. De ahí que seamos en propiedad Hijos de Hermes, nuestro verdadero maestro.

 

* Extractos de la ponencia presentada en el XXXIII Congreso Ibérico de Astrología (Vigo, 2016).