HISTORIA Y FILOSOFÍA DE LA ASTROLOGÍA

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Para un completo acercamiento a la Astrología Occidental, es importante considerar cuáles han sido las bases filosóficas que la sustentan y qué autores o corrientes de pensamiento han coloreado su devenir.

Pero para empezar, hablar de "tradición occidental" de modo homogéneo es muy problemático, por muchos intentos de reconstrucción que se hayan propuesto. ¿De qué tradición hablamos al llamar a algo "occidental", de Grecia, Roma, la Cristiandad? Esta cuestión filosófica de primer orden también afecta a la astrología, evidentemente. Occidente es un fenómeno muy complejo, una amalgama ecléctica de diferentes préstamos culturales, de los que se han cortado las cadenas y linajes de transmisión (a diferencia de la India por ejemplo), llegando como destino a la deriva y caos de la Modernidad.

Haciendo una breve síntesis de la historia filosófico-astrológica de Occidente, podríamos decir lo siguiente. Antiguamente no había relojes, y los pueblos nómadas del paleolítico fijaron el primer reloj con la Luna, en relación a las estrellas fijas, para la caza, la pesca, etc.  De ahí que las formas originarias de astrología fueran lunares y estelares (siderales), en casi todas áreas del planeta. Posteriormente, el paso al Neolítico y la sedentarización de los pueblos fue desarrollando cronologías solares, más vinculadas a lo agrario-estacional, hasta finalmente fijar las festividades litúrgicas en los calendarios.

Esto fue posible especialmente en los claros cielos de Mesopotamia, llegando a sistematizar observaciones muy precisas a nivel matemático. Mucho más tarde, el sacerdote Beroso y su escuela representó el culmen de la transmisión caldea hacia Grecia.

De este modo, los griegos hicieron suyos conocimientos muy anteriores (también de Egipto) y hubo una primera "racionalización" de la Astrología. Esta "geometrización griega" de los saberes hizo que los zodiacos siderales-estelares originarios abrieran paso a un zodíaco tropical-solar.

En los orígenes, la filosofía que imbuía a la astrología era el llamado "pensamiento mágico", totalmente unido a la religión. Pero si consideramos "filosofía" propiamente al "logos" griego, las fuentes serán principalmente los aportes de Platón y Aristóteles, por ejemplo en el Timeo y el De Caelo, respectivamente. Su influencia a nivel filosófico-cosmológico modelará por siglos todos los ámbitos occidentales, a través de un mundo incorruptible etérico que ritma numéricamente con sus ciclos el mundo corruptible de aquí abajo, y de un sistema de inteligencias o esferas supralunares circundantes sobre los cuatro elementos sublunares.

En el siglo II Ptolomeo hace una compilación, con su Tetrabiblos, desde el aristotelismo, de los saberes astronómico-astrológicos de la época que será respetada sin duda como canon hasta el giro copernicano moderno. Otros astrólogos contemporáneos fueron Manilius, Vetius Valens, Doroteo de Sidón o Firmicus Maternus, apreciéndose ya cierta disparidad en algunas consideraciones. A la par, en este periodo helenístico hay una eclosión de movimientos gnósticos, neoplatónicos y herméticos, que también teñirán filosóficamente a muchos astrólogos. Pero a nivel cultural algunos pensadores consideran el sincretismo del período heleno como un claro síntoma de decadencia tradicional.

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De todos modos en plena época romana la filosofía imperante es la estoica, que tendrá una fuerte influencia en la Astrología, y también en el Cristianismo naciente. Muchas ideas sobre la Providencia y el Destino del estoicismo empapan la ciencia de los astros, a veces hacia visiones muy deterministas y fatalistas.

Durante el Medioevo, la Iglesia permitió la astrología en tanto filosofía natural, dentro de las concepciones filosóficas griegas, aunque también hubo condenas sobre su uso predictivo-judiciario y fuertes debates teológicos sobre el libre albedrío.

Es de destacar también en cuestión de fuentes tradicionales la importancia de los aportes árabes medievales. La basta extensión del Islam permitió traer a Occidente diversos saberes orientales, especialmente de Persia e India, y reconectar también con antiguas fuentes mesopotámicas y griegas. En el ámbito musulmán, Abu Mashar será una referencia en astrología mundial, y Al Kindi por su influyente filosofía. Los aforismos del Centiloquio, falsamente atribuido a Ptolomeo, tuvieron gran repercusión astrológica también. Pero el renacer de la ciencia medieval occidental se gesta en la Península Ibérica, con aportes bajo el reinado de Alfonso X el Sabio como las famosas tablas que llevan su nombre y diversas traducciones. Destacan también la escuela madrileña de Maslama y El Libro conplido en los iudizios de las estrellas, una compilación de los conocimientos astrológicos del momento realizada por Aly Ben Ragel. La astrología, en este contexto árabe, se entrelaza con la alquimia, los lapidarios, la talismánica y la teurgia.

En este sentido, también cabe señalar que todo ello desemboca en la importante figura de Paracelso, que hará de transición entre dos épocas y dos mundos.

Ya en la época moderna habría que distinguir dos períodos, uno antes de la Ilustración y otro después. Primeramente, en el Renacimiento hay una eclosión de hermetismo y platonismo, en gran medida por las nuevas traducciones que realiza la Academia de Florencia. Marcilio Ficino será la referencia filosófica desde un misticismo cristiano que rescata la sophia perennis que viene del Antiguo Egipto a través de Hermes y de la Antigua Grecia a través de Orfeo, Pitágoras y Platón. En este contexto, la astrología tendrá sentido en tanto lenguaje simbólico del alma en su aspiración a la Divinidad.

Como es sabido, el giro moderno cosmológico viene de Copérnico, también astrólogo, aunque sigue fiel a muchos conceptos tradicionales griegos a pesar de su hipótesis matemática heliocéntrica; hipótesis que a partir de Galileo, también astrólogo, tomará dimensión empírica. Otros destacados científicos como Ticho Brahe, Kepler o Newton fueron astrólogos igualmente. Es decir, que a pesar del emergente paradigma heliocéntrico moderno, la astrología siguió siendo respetada y cultivada intelectualmente. La ciencia escolástica aristotélica es la que se quebró, pero la astrología seguía viva, como siempre había ocurrido, a pesar de los cambios epistemológicos y culturales.

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El movimiento filosófico racionalista del siglo XVII también se da en el ámbito astrológico, con autores como Willian Lilly o Morin de Villefranche, que establecen influyentes sistematizaciones del saber celeste a través de reglas y protocolos. Aunque al mismo tiempo se institucionaliza la Academia de Ciencias en Francia, que excluye abiertamente a la astrología.

Pero será en el siglo siguiente, con la Ilustración, que habrá un ataque despiadado a todos saberes antiguos como supersticiones sin fundamento, superadas por la nueva era de la razón y la ciencia moderna recién instaurada. Este combativo programa burgués del Enciclopedismo se extiende hasta nuestros días y se subleva contra todo lo premoderno viéndolo como irracional. De este modo, la astrología quedó definitivamente purgada de los entornos académicos y científicos.

En el siglo XIX, la corriente positivista hace que tomen cuerpo y se especialicen las actuales "ciencias positivas", totalmente separadas del espíritu humano en tanto "objetivas", y por supuesto de toda metafísica o trascendencia. El hombre acaba separándose del cosmos con la nueva ciencia reduccionista y materialista, donde no caben los lenguajes simbólicos del alma.

En esta atmósfera, la astrología no es que desaparezca sino que toma cauces subterráneos a través de nuevas logias y grupos ocultistas de diversa índole: masones, hermetistas, rosacruces, teosofístas, etc. Oscurantismo que también contribuye a cierta disolución y tergiversación de los principios tradicionales, con un rebajamiento intelectual de sus practicantes. Este caldo de cultivo también llevará a un resurgir astrológico en el siglo XX, pero de una forma más vulgarizada y simplificada, en consonancia con el democratismo de la época, popularizándose los horóscopos de revista. Paralelamente, se produce una psicologización creciente de la ciencia de los astros, con una notable influencia filosófica en muchos astrólogos de las tesis del psiquiatra Carl Jung. 

Pero resumiendo, lo importante es entender que la llamada Modernidad se ha fundado siendo hostil a la Astrología, desalojándola de las universidades europeas en los siglos XVII y XVIII, y especialmente a partir de la Filosofía Ilustrada. Por lo tanto, desde el paradigma moderno, cientificista, materialista y ateo, no puede sustentarse filosóficamente la astrología. Únicamente recuperando filosofías tradicionales premodernas se puede entender el llamado "hecho astrológico". Esta problemática es sólo del Occidente moderno y su deriva antiespiritual en los últimos tres siglos, porque en todos pueblos y culturas se ha admitido desde siempre la realidad incuestionable de la astrología, al margen de estar a favor o en contra de su uso. 

En otro orden de cosas, la astrología no se puede desligar de la filosofía sin caer en su instrumentalicación interesada, cosa por cierto muy en boga hoy en día en la cultura mercantilista en la que estamos. El problema es que tiene una parte técnica que es cuestión de estudiarla y aplicarla, con más o menos soltura interpretativa, sin necesidad de tener ningún nivel de conocimientos filosóficos ni mucho menos preparación espiritual. Esto es un drama hoy en día por la vulgarización parcial de muchos de estos saberes ancestrales a través de la proliferación de las redes digitales. En contra de los entusiastas de la "nueva era", mi punto de vista es el opuesto, por eso señalo la falta de conocimiento de las bases cosmológicas y metafísicas que implica toda esta divulgación masiva, la mayoría de las veces movida por intereses puramente económicos.

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La astrología no sólo es una forma de filosofía sino que la trasciende, ya que nos abre a registros de percepción de la Realidad no sólo racionales sino supra-racionales, a través de comprensiones intuitivas directas y vivenciales. Y como se ha sugerido ya, es inmanente a la conciencia del ser humano, al estar integrado en un espacio mayor llamado Cosmos; de ahí que bajo sus múltiples formas ha estado siempre presente en la humanidad, desde mucho antes de lo que comúnmente llamamos "pensamiento filosófico". Cada cultura, cada pueblo, y cada época ha tenido la urgencia interior de establecer un diálogo y lenguaje vivo con el Universo, y así se han abierto los diferentes desarrollos discursivos de la astrología.

El fundamento filosófico de peso está en que este Cosmos no es reconocido como algo externo, objetivo y ajeno al sujeto (como hace la ciencia moderna), sino que ante todo es presencia fundante de significado en y por este sujeto. Así como Kant habló de un "esquema del entendimiento" que a priori configura al sujeto en su percepción sensible con una serie de categorías innatas, desde la astrología decimos que este esquema no es sólo una abstracción lógico-categorial sino que son las mismas leyes con las que está estructurado el Universo las que determinan nuestra percepción subjetiva, véase movimientos cíclicos planetarios, zodiacales, etc.  Y ello habilita no únicamente un conocimiento sensorial como en Kant, sino un conocimiento psicológico, fenomenológico y metafísico. De ahí que la astrología choca también con la filosofía moderna debido a las implicaciones epistemológicas y ontológicas que acarrea, cosa que debería hacer reflexionar a los filósofos académicos al respecto. Bajo mi punto de vista, una filosofía que ignora de un modo u otro el "hecho astrológico", por muy elaborada, sistemática o bien edificada que esté, no deja de estar coja y sometida a un reduccionismo de parte, cuando no a un dogmatismo axiomático racionalista. Sinceramente, me cuesta comprender cómo se puede elaborar un saber del hombre (antropología), un saber del cosmos (cosmología), un saber de Dios (teología) o un saber de la Realidad (metafísica) sin abordar la Astrología de un modo u otro, como antaño, en que todos estos campos estaban intrincados.

Respecto a si existe una astrología filosófica, el esoterista y filósofo Raymond Abellio distinguió tres grandes enfoques o niveles, cosa que comparto. El más primario sería el "influencial", centrado en la objetividad de los hechos, en el que podríamos incluir la mera técnica predictiva desprovista de sentido. Siendo precisamente el segundo nivel, el "simbolista", el que pretende imbuir de significado a las correlaciones astrales en base a tendencias y climas, aunque a veces de un modo más ambiguo. Por último, estaría el nivel más elevado, que el autor llama "estructural", en el que el símbolo abre en la conciencia del astrólogo una experiencia de Yo trascendental unificado. Los hechos y las vivencias subjetivas de los dos primeros niveles son ahora integrados en un marco superior metafísico que igualmente podemos llamar "matricial" (siguiendo al también filósofo y astrólogo Patrice Guinard), en el sentido de una misma estructura isomórfica de la realidad, tanto interna como externa. Esto sería lo más próximo que podríamos catalogar como "astrología filosófica".